Igual que no pocos letrados medievales habían jugado a ser goliardos, aun sin serlo, cantando las delicias del vagabundeo con lemas provocadores, y que en ocasiones tanto Lope de Vega como Quevedo elogiaban la vida picaresca y escribían relatos autobiográficos de tunantería, estableciendo un mito literario sin haber vivido a lo pícaro, en el siglo XIX muchos escritores aburguesados se pavoneaban de ser unos desposeídos, toda vez que los auténticos libertinos no dejaban de intervenir en la ficción aportando sus experiencias licenciosas. Rafael Cansinos Assens, en sus memorias publicadas bajo el título de La novela de un literato, nos ofrece una selecta colección de novelistas enredadores del Madrid castizo de principios del siglo XX.
Apuntes profanos trata de los avatares internos de este goliardo del XXI, mal conductor de su lenta y descarriada espiritualidad, adicto a largas siestas de fin de semana, meretricio, bebedor de güisqui y consumidor de tres horas diarias de televisión de pago, que renuncia con devoto desacato civil a toda religiosidad normativizada y cuyas malquerencias consigo y con sus semejantes lo envilecen por ser a un tiempo reverente y blasfemo, lego y moralizante, afortunado e infeliz en la impostura de su privada capellanía dialéctica, tendente, no obstante y por ello, hacia la investigación de una verdad universal.
